Hoy, volvemos a cambiar al horario de verano. La madrugada de hoy al domingo 31, adelantamos los relojes una hora, es decir, a las 2 serán las 3, con lo que dispondremos de una hora menos de sueño.
Este cambio de hora hubiera sido el último que realizásemos si se hubiera cumplido la decisión de la Comisión Europea, adoptada en 2018 tras una encuesta realizada a ciudadanos de la UE. En esta iniciativa se delegaba en los Estados miembros la elección del horario que querían que se aplicara en su territorio, teniendo como fecha límite para adoptar esta decisión abril de este año.
Finalmente, la eliminación del cambio de horario se ha retrasado hasta 2021 por petición del Parlamento Europeo, por lo que los Estados miembros deben comunicar en abril de 2020 su decisión de fijar su horario en el horario de verano o de invierno y, dependiendo de ésta, realizarán su último cambio de hora en marzo u octubre de 2021.
En España, al igual que en el resto de países de la UE se encargó a una comisión de expertos cuyo informe, según ha informado la portavoz del Gobierno y ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, no ha sido concluyente en la decisión de fijación de horario de verano o inverno. De hecho, la recomendación de horario de invierno de los expertos se contradice con el resultado de la encuesta del CIS según la cual la ciudadanía prefiere el de verano.
El otro aspecto importante en el que la comisión de expertos no plantea cambio alguno es en el del uso horario, una peculiaridad histórica que hace que nuestro país no se rija por la hora GMT, dándose la paradoja de que Vigo tenga la misma hora que Varsovia a 3.200 kilómetros y una hora más que Oporto que está 150 kilómetros de distancia.
Sara García, secretaria de Acción Sindical y Salud Laboral de USO, lamenta que se haya perdido la posibilidad de abrir un debate con todos los agentes implicados, “ya que no hemos tenido conocimiento del informe de la comisión, ni posibilidad de propuesta”. García espera que en esta prórroga abierta hasta 2020 se subsane esa falta de participación y que se aproveche para trabajar en la racionalización de horarios, porque “no sirve de nada la modificación de horario si continuamos manteniendo unas jornadas de trabajo que no permiten la conciliación de la vida familiar y la profesional”.
Desde USO lamentamos continuar con esta práctica que tiene una especial incidencia en la salud de los trabajadores, debido a que estos cambios, por muy puntuales que sean, modifican y afectan al descanso y los bioritmos, con consecuencias que se extienden durante como mínimo tres días. El horario de trabajo no se modifica con lo que, desde el punto de vista de nuestro reloj biológico, nos despertamos una hora antes de lo habitual y rompemos la rutina del sueño, sufriendo, quienes no sean especialmente sensibles a estos cambios un efecto similar al jet-lag al viajar a un país con un huso horario diferente.
Con el cambio de hora se produce una alteración en la secreción de melatonina, una hormona que actúa regulando los estados de vigilia y sueño en función de la luz solar. En el caso del horario de verano, a más luz se produce, menos melatonina, por lo que la inducción al sueño se retrasa. Los más afectados por este cambio son los menores y las personas mayores. Algunas de las consecuencias del cambio de horario – que en personas no especialmente sensibles tienen a desaparecer en tres o cuatro días- son las siguientes:
- Problemas de sueño: tras el cambio de hora se produce una alteración de sueño que provoca menos horas de sueño y peor descanso. Esta falta de descanso es un factor de riesgo importante de cara a la posibilidad de tener más accidentes e incidentes laborales y de tráfico, al tener menos reflejos y capacidad reacción.
- Cambios en el estado de ánimo y en el humor: es común que nos sintamos más depresivos, ansiosos y, a su vez, con un estado de ánimo bajo. La falta de descanso aumenta también la irritabilidad y el mal humor.
- Peor rendimiento físico: por la falta de descanso sufrimos fatiga general, sintiéndonos más cansados.
- Peor rendimiento intelectual: la sensación de fatiga general se traduce en una mayor dificultad para la concentración intelectual, lo que afecta tanto a nuestro estudio como a nuestro trabajo.