La esperanza no viste de verde, sino de amarillo. Porque amarillo fue el color de la marcha aluminera, que partió a primera hora de la mañana de ayer de la factoría de Alcoa en Avilés rumbo a la capital asturiana en señal de protesta por el despido colectivo anunciado por la multinacional hace una semana. Unos 200 trabajadores cubrieron con paso firme y apurado la ruta que discurrió por los concejos de Avilés, Corvera, Llanera y Oviedo, donde el delegado del Gobierno en Asturias, Gabino de Lorenzo, se comprometió con la plantilla a mediar en un conflicto que mantiene en la cuerda floja a unas 700 familias. La protesta comenzó antes de la salida del sol entre mensajes de aliento, y acabó con un chaparrón de ánimo, el que transmitió a los manifestantes la multitud que les aguardaba en la Plaza de España ovetense entre «olés», aplausos, muestras de afecto y también lágrimas. La emoción compitió con la incertidumbre en una jornada reivindicativa que abrió una semana en la que el aluminio asturiano se juega su futuro.
La marcha partió a las 8 de la mañana de la factoría de Alcoa, a donde se acercó la Alcaldesa de Avilés, Pilar Varela, para insuflar ánimo a los caminantes, la mayoría trabajadores de la aluminera, pero también representantes de la industria auxiliar y de otras grandes compañías, como Arcelor-Mittal. También el alcalde corverano, Iván Fernández, simbolizó el apoyo a los trabajadores de Alcoa con apretones de manos y abrazos cuando la comitiva pasó a la altura de la Casa Consistorial de Nubledo al filo de las 10 de la mañana. La concentración, que transcurrió sin incidencias, reunió a gente de todas las edades. El pequeño Sergio tocaba la trompeta sobre los hombros de su padre, Ignacio Paramio, a su paso por Cancienes. «Esto está fastidiao, espero que podamos conseguir algo», decía el progenitor mientras desde una casa próxima un matrimonio aplaudía a los caminantes. «¡Ánimo, ánimo, Alcoa no se cierra!», les gritaban.
En la marcha también estuvieron presentes las mujeres del aluminio, como Eugenia Menéndez Pérez, esposa de José Luis González Lledes, que lleva 14 años en la fábrica. «Si Alcoa cierra es el principio del fin de Asturias; seguirían el resto. Cada vez vamos a peor», lamentaba a la vez que la lluvia empezaba a calar a los marchantes.
La terraza de un restaurante de la parroquia de Solís sirvió de escenario a la parada de avituallamiento. Bocadillos, chocolatinas, fruta y bebidas energéticas constituyeron un menú sin sobremesa en el que los manifestantes intercambiaron las primeras impresiones de la marcha. «Estamos muy contentos, estamos teniendo muy buen recibimiento. No pueden decaer los ánimos», señaló Rubén Piñán.